sábado, 25 de febrero de 2012

El comportamiento del productor rural bajo la premisa de racionalidades


El presente ensayo constituye un intento por hacer comprender a los agentes de desarrollo que las intervenciones que  vienen realizando en las zonas rurales, deben hacerse con  modelos que reconozcan la heterogeneidad rural[1] pero no desde un punto de vista ambiental o territorial sino más bien marcado la diferencia existente entre los productores con racionalidad de subsistencia y los productores con racionalidad de mercado. Entonces, el punto de partida de este ensayo son los comportamientos de los productores agrícolas, explicados bajo la premisa de la racionalidad; es decir, bajo el supuesto de que de entre todas las acciones viables, los productores toman las que mejor permiten aproximarse a los fines por ellos perseguidos.

Desde una explicación especializada, la racionalidad es una cualidad humana, una forma de ser, de pensar y de actuar. Se puede definir como el uso apropiado de la razón[2] a fin de elegir de la mejor forma posible. Ser racional significa, pues, comportarse según “buenas razones”. Es decir, pensar, evaluar y actuar siguiendo criterios bien fundados. Pero eso no siempre se da en el comportamiento humano.

La racionalidad puede aplicarse a nuestras creencias, a nuestras evaluaciones y a nuestras acciones. Pero no siempre creemos racionalmente, no siempre evaluamos racionalmente y no siempre actuamos de manera racional. La causa es que el ser humano no es sólo razón e inteligencia; también es sentimiento, pasión, emotividad, imaginación y creatividad. Y, sobre todo, es voluntad de vivir. Por ese motivo no todas nuestras creencias responden a las exigencias de la racionalidad, ni tampoco nuestras intenciones a la hora de actuar, ni la forma como lo hacemos. La racionalidad es, desde este punto de vista, una aspiración humana, más que una realidad.

En ese entender, el destino final de la producción agrícola no estaría sujeto a la cantidad de tierra que poseen los productores, sino que estaría orientada por su racionalidad. Para unos su “buena razón” les indicaría que deben producir para subsistir y para otros que deben producir para el mercado. Ahora bien, si comprendemos que las creencias, las evaluaciones y acciones de los productores no siempre son racionales, entonces debemos proveerles del  conocimiento necesario para que sus decisiones sean objetivas y no se dejen llevar por factores puramente emocionales.

Jorge Miguel Streb[3] en su libro titulado: “El Significado de la Racionalidad en Economía”  señala que la hipótesis de racionalidad es central en teoría económica actual, y sirve de hilo unificador en la historia del análisis económico. Asimismo indica que ésta hipótesis se ha extendido a otras ciencias sociales bajo el enfoque de decisión racional y que se puede distinguir entre racionalidad en sentido limitado (maximización de beneficio), y racionalidad en sentido amplio (optimización). Para el autor, el significado de la racionalidad individual se reexamina explorando las implicancias psicológicas de la racionalidad: la racionalidad se puede ver como inteligencia analítica más madurez emocional.

Por ello, la racionalidad es un principio a nivel individual, que no coincide necesariamente con la racionalidad colectiva. Las fallas de racionalidad se pueden ligar con problemas de racionalidad acotada y con inconsistencias en nuestras preferencias.

Un productor con racionalidad de subsistencia, según los antropólogos, es aquel cuyo comportamiento económico  se explica por sus actitudes, valores y sistemas cognoscitivos. Por ello, éste tipo de productor desde el enfoque antropológico es considerado inserto en una cultura tradicional, donde los contenidos culturales y los valores se trasmiten en forma verbal.

Asimismo, los antropólogos consideran que los procesos de producción y distribución de las tierras incivilizadas donde habita un productor de subsistencia, no se gobiernan necesariamente por intereses económicos sino más bien con determinantes no económicos como el parentesco, la mitología, la ayuda mutua, etc.

Por otra parte, los antropólogos contemporáneos señalan que los productores con racionalidad de subsistencia son personas cuyo estilo de vida muestra entre sí ciertas similitudes estructurales, económicas, sociales o de personalidad. Dicho de otra manera, estas personas tienen similitudes de comportamiento.

Para comprender mejor lo escrito anteriormente, recurriremos a Redfiel quien propuso una tipología de las comunidades aisladas – el peasant y el farmer -, caracterizando como peasant a quienes tienen un “control sobre la tierra” que les permite llevar adelante en común un modo de vida tradicional que la agricultura integra íntimamente pero no como una inversión económica para obtener una ganancia. Mientras quienes ejercen la agricultura como comercio y consideran a la tierra como capital y mercancía, no son peasant sino farmers. Entonces, desde el enfoque antropológico  esa sería la diferencia principal entre productor con racionalidad de subsistencia (peasant) y productor con racionalidad de mercado (farmers).

Por otro lado, las teorías modernizantes formuladas por los neoclásicos dan a entender que los productores con racionalidad de subsistencia constituyen un sector agrícola estancado, con escasos excedentes para la comercialización, con una significativa preferencia por una vida ociosa y que tienen un escaso interés por obtener ganancias. Mientras que los productores con racionalidad de mercado constituyen el sector receptivo al cambio y cuyo comportamiento persigue el maximizar ganancias.

Entonces, es necesario entender que los productores con racionalidad de subsistencia se rigen por las necesidades de consumo del núcleo familiar y los criterios productivos que ellos tienen. Estos productores no siempre cultivan el producto más rentable sino el más necesario para su consumo. En definitiva, en su racionalidad económica, lo primero es “asegurar en forma directa el consumo familiar” en vez de “maximizar sus ganancias” y que la recurrencia al mercado por parte de los productores con racionalidad de subsistencia proviene del deseo de satisfacer de mejor forma sus necesidades. Parte de su producción (sobrante o no sobrante) debe ser intercambiada en el mercado local para intercambiarlos por manufacturas o alimentos que no pueden elaborar (azúcar, productos de almacén, vestuario, etc.) Por lo tanto, la producción que va al mercado no es necesariamente excedente. Si así lo fuera, las relaciones de mercado serían mucho menores que lo que son en realidad.    

En conclusión, si los agentes de desarrollo siguen tratando éste tema con modelos homogéneos sin diferenciar quienes son productores con racionalidad de subsistencia y quienes productores con racionalidad de mercado no solo fracasaran en el intento por lograr sus objetivos sino también estarían  contribuyendo al aumento de la apatía[4] en las zonas rurales.

El trabajar con modelos que reconozcan la heterogeneidad de racionalidades entre los productores, da posibilidad de intervenir de acuerdo a las demandas de éstas personas.  




[1] Germán Escobar señala que actualmente existen varios modelos que tienen presente la heterogeneidad de los grupos humanos y los ambientes en que ocurre la producción. Escobar indica por ejemplo, que el servicio de asistencia técnica del INDAP en Chile, cuya población objetivo es definida en la ley de creación de la institución, sigue un esquema tercerizado que ha reconocido la diferencia entre productores desde principios de la década de los 90.  Esta institución, según Escobar, se inicio con planes de asistencia técnica diferenciada según programas regionales de mediano plazo a nivel de zonas geográficas de trabajo y atención por etapas de duración diferenciada (en un esfuerzo por flexibilizar el sistema), entre los cuales se destaca un modelo cofinanciado por parte de las municipalidades rurales.
[2] La razón es la facultad o capacidad humana que permite buscar la verdad y resolver problemas, aprender una lengua y ejercerla, juzgar y actuar según principios. Ésta sería la característica específica del ser humano, aquella que lo distingue de los otros animales.
[3] Docente la  Universidad del CEMA de Buenos Aires, Argentina.
[4] Para los estoicos la apatía es la insensibilidad o la ausencia de emociones, sentimientos y pasiones. También es definida como un estado de indiferencia.