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y socio económicos del Perú, visualiza el siguiente video:
miércoles, 29 de febrero de 2012
sábado, 25 de febrero de 2012
Desarrollo Económico Local - Video
Este vídeo fue elaborado por Centro de Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD) - Bolivia, con el auspicio de la Agencia Extremeña de Cooperación (AEXCID)
El comportamiento del productor rural bajo la premisa de racionalidades
El presente ensayo constituye un intento por hacer
comprender a los agentes de desarrollo que las intervenciones que vienen realizando en las zonas rurales, deben
hacerse con modelos que reconozcan la
heterogeneidad rural[1]
pero no desde un punto de vista ambiental o territorial sino más bien marcado
la diferencia existente entre los productores con racionalidad de subsistencia
y los productores con racionalidad de mercado. Entonces, el punto de partida de
este ensayo son los comportamientos de los productores agrícolas, explicados
bajo la premisa de la racionalidad; es decir, bajo el supuesto de que de entre
todas las acciones viables, los productores toman las que mejor permiten
aproximarse a los fines por ellos perseguidos.
Desde
una explicación especializada, la racionalidad es una cualidad humana,
una forma de ser, de pensar y de actuar. Se puede definir como el uso apropiado
de la razón[2] a fin de elegir de la mejor
forma posible. Ser racional significa, pues, comportarse según “buenas
razones”. Es decir, pensar, evaluar y actuar siguiendo criterios bien fundados.
Pero eso no siempre se da en el comportamiento humano.
La
racionalidad puede aplicarse a nuestras creencias, a nuestras evaluaciones y a
nuestras acciones. Pero no siempre creemos racionalmente, no siempre evaluamos
racionalmente y no siempre actuamos de manera racional. La causa es que el ser
humano no es sólo razón e inteligencia; también es sentimiento, pasión,
emotividad, imaginación y creatividad. Y, sobre todo, es voluntad de vivir. Por
ese motivo no todas nuestras creencias responden a las exigencias de la
racionalidad, ni tampoco nuestras intenciones a la hora de actuar, ni la forma
como lo hacemos. La racionalidad es, desde este punto de vista, una aspiración
humana, más que una realidad.
En
ese entender, el destino final de la producción agrícola no estaría sujeto a la
cantidad de tierra que poseen los productores, sino que estaría orientada por
su racionalidad. Para unos su “buena razón” les indicaría que deben producir
para subsistir y para otros que deben producir para el mercado. Ahora bien, si
comprendemos que las creencias, las evaluaciones y acciones de los productores
no siempre son racionales, entonces debemos proveerles del conocimiento
necesario para que sus decisiones sean objetivas y no se dejen llevar por
factores puramente emocionales.
Jorge
Miguel Streb[3] en su libro titulado: “El
Significado de la
Racionalidad en Economía”
señala que la hipótesis de racionalidad es central en teoría económica
actual, y sirve de hilo unificador en la historia del análisis económico.
Asimismo indica que ésta hipótesis se ha extendido a otras ciencias sociales
bajo el enfoque de decisión racional y que se puede distinguir entre
racionalidad en sentido limitado (maximización de beneficio), y racionalidad en
sentido amplio (optimización). Para el autor, el significado de la racionalidad
individual se reexamina explorando las implicancias psicológicas de la
racionalidad: la racionalidad se puede ver como inteligencia analítica más
madurez emocional.
Por
ello, la racionalidad es un principio a nivel individual, que no coincide
necesariamente con la racionalidad colectiva. Las fallas de racionalidad se pueden
ligar con problemas de racionalidad acotada y con inconsistencias en nuestras
preferencias.
Un productor con racionalidad de subsistencia,
según los antropólogos, es aquel cuyo comportamiento económico se explica por sus actitudes, valores y
sistemas cognoscitivos. Por ello, éste tipo de productor desde el enfoque
antropológico es considerado inserto en una cultura tradicional, donde los
contenidos culturales y los valores se trasmiten en forma verbal.
Asimismo, los antropólogos consideran que los
procesos de producción y distribución de las tierras incivilizadas donde habita
un productor de subsistencia, no se gobiernan necesariamente por intereses
económicos sino más bien con determinantes no económicos como el
parentesco, la mitología, la ayuda mutua, etc.
Por otra parte, los antropólogos
contemporáneos señalan que los productores con racionalidad de subsistencia son
personas cuyo estilo de vida muestra entre sí ciertas similitudes
estructurales, económicas, sociales o de personalidad. Dicho de otra manera,
estas personas tienen similitudes de comportamiento.
Para comprender mejor lo escrito
anteriormente, recurriremos a Redfiel quien propuso una tipología de las
comunidades aisladas – el peasant y el farmer -, caracterizando como peasant a
quienes tienen un “control sobre la tierra” que les permite llevar adelante en
común un modo de vida tradicional que la agricultura integra íntimamente pero
no como una inversión económica para obtener una ganancia. Mientras quienes
ejercen la agricultura como comercio y consideran a la tierra como capital y
mercancía, no son peasant sino farmers. Entonces, desde el enfoque
antropológico esa sería la diferencia
principal entre productor con racionalidad de subsistencia (peasant) y
productor con racionalidad de mercado (farmers).
Por otro lado, las teorías modernizantes
formuladas por los neoclásicos dan a entender que los productores con
racionalidad de subsistencia constituyen un sector agrícola estancado, con
escasos excedentes para la comercialización, con una significativa preferencia
por una vida ociosa y que tienen un escaso interés por obtener ganancias.
Mientras que los productores con racionalidad de mercado constituyen el sector receptivo
al cambio y cuyo comportamiento persigue el maximizar ganancias.
Entonces, es
necesario entender que los productores con racionalidad de subsistencia se
rigen por las necesidades de consumo del núcleo familiar y los criterios
productivos que ellos tienen. Estos productores no siempre cultivan el producto
más rentable sino el más necesario para su consumo. En definitiva, en su
racionalidad económica, lo primero es “asegurar en forma directa el consumo
familiar” en vez de “maximizar sus ganancias” y que la recurrencia al mercado
por parte de los productores con racionalidad de subsistencia proviene del
deseo de satisfacer de mejor forma sus necesidades. Parte de su producción
(sobrante o no sobrante) debe ser intercambiada en el mercado local para
intercambiarlos por manufacturas o alimentos que no pueden elaborar (azúcar,
productos de almacén, vestuario, etc.) Por lo tanto, la producción que va al
mercado no es necesariamente excedente. Si así lo fuera, las relaciones de
mercado serían mucho menores que lo que son en realidad.
En conclusión, si los agentes de desarrollo siguen
tratando éste tema con modelos homogéneos sin diferenciar quienes son
productores con racionalidad de subsistencia y quienes productores con
racionalidad de mercado no solo fracasaran en el intento por lograr sus
objetivos sino también estarían
contribuyendo al aumento de la apatía[4]
en las zonas rurales.
El trabajar con modelos que reconozcan la heterogeneidad
de racionalidades entre los productores, da posibilidad de intervenir de
acuerdo a las demandas de éstas personas.
[1] Germán Escobar señala que actualmente
existen varios modelos que tienen presente la heterogeneidad de los grupos
humanos y los ambientes en que ocurre la producción. Escobar indica por ejemplo,
que el servicio de asistencia técnica del INDAP en Chile, cuya población
objetivo es definida en la ley de creación de la institución, sigue un esquema
tercerizado que ha reconocido la diferencia entre productores desde principios
de la década de los 90. Esta
institución, según Escobar, se inicio con planes de asistencia técnica
diferenciada según programas regionales de mediano plazo a nivel de zonas
geográficas de trabajo y atención por etapas de duración diferenciada (en un
esfuerzo por flexibilizar el sistema), entre los cuales se destaca un modelo
cofinanciado por parte de las municipalidades rurales.
[2] La razón es la facultad o
capacidad humana que permite buscar la verdad y resolver problemas, aprender
una lengua y ejercerla, juzgar y actuar según principios. Ésta sería la característica específica del ser humano,
aquella que lo distingue de los otros
animales.
[3] Docente la
Universidad del CEMA de Buenos Aires, Argentina.
[4] Para los estoicos la apatía
es la insensibilidad o la ausencia de emociones, sentimientos y pasiones.
También es definida como un estado de indiferencia.
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